Construí durante muchos años una casa con esmero.
No era perfecta, pero era mi hogar.
Para aparentar, no tenía dinero.
Y el tiempo se me iba de las manos constantemente sin parar.
Celosamente siempre estuve para defenderla,
En los momentos más duros, sin importar el rival.
Día y noche trabajaba incansablemente,
para mantener mi casa sin colapsar.
Pasó el tiempo, el que no da garantía alguna,
y me enseñó que confundí una casa con un hogar.
Me enseñó que sostener una casa,
es más fácil que decidir amar.
El hogar requiere dos pilares de voluntad inquebrantable
y dos decisiones que no se van a negociar.
El amor requiere lo mismo,
en el mismo contexto, exactamente igual.