Al otro lado de la orilla

El miedo te está matando. Cada minuto que pasas sin tomar acción, sin lanzarte a lo que quieres hacer, es un minuto que pierdes de vida. Ese minuto no volverá.

¿Qué te detiene? ¿miedo a fracasar?, ¿miedo a que salga bien y después no puedas manejarlo? ¿miedo a que digan que eres un perdedor o a que los demás dejen de mirarte como te miran? ¿miedo a perder tu comodidad? ¿miedo al giro que tomará tu vida?

¿Qué exactamente te está deteniendo? Te has detenido a pensar ¿qué te estás perdiendo al otro lado de la orilla?

Esa última pregunta es la que muchas personas no se hacen. ¿Qué estoy perdiendo por causa de este miedo?

Has el ejercicio de remplazar este miedo por tu miedo específico. En la vida hay que ser específicos y claros si queremos cambiar algo.

Si lo que te detiene es el miedo a enamorarte y salir lastimada. Entonces tu pregunta sería: ¿Qué estoy perdiendo por causa de evitar enamorarme y salir lastimada?

Quizás estás perdiendo momentos hermosos junto a un hombre espectacular. Quizás estás perdiendo la oportunidad de formar una familia o quizás estás perdiendo la oportunidad de conectar con esa inmensa capacidad de amar. No sé exactamente que sea, lo que si sé, es que algo estás perdiendo.

Constantemente nos enfocamos en lo que podemos perder de este lado de la orilla, pero olvidamos que del otro lado de la orilla también podemos perder cosas mucho más valiosas.

Podemos perder la oportunidad de cambiar vidas, de sembrar una semilla en las personas o una tormenta que renueve corazones quebrantados.

Podemos perder la mejor versión de nosotros, podemos perder experiencias enriquecedoras, el amor, la satisfacción plena, el trascender. Si nos quedamos en esta orilla lo perderemos todo.

Pero, ¿cómo puedo evitar que el miedo me paralice?

El primer paso es aceptarlo.  Uno de los grandes errores que cometemos es dejar de hacer las cosas porque tenemos miedo. A veces pensamos que para dar ese primer paso no podemos tener miedo. Nada más lejos de la verdad.  

Entendamos que aspirar a no tener miedo es como querer no tener sueño después de estar 24 horas despierto. Simplemente no pasará. El miedo es tan normal como respirar.

Cambia el enfoque, mira al miedo como un amigo que te quiere, de esos que son pesimistas, pero detrás de ese pesimismo hay una bonita intención: protegerte de sufrir.

El problema con la filosofía, de estos amigos, es que, aunque te protege de sufrir algunos fracasos en el presente y perder algunas batallas, también te garantiza el fracaso en el futuro y la pérdida de la guerra.

No cargamos peor sentimiento que saber que queremos algo más, que podemos dar más y no atrevernos a hacerlo. A luchar por ello, a lanzarnos.

Es como el hombre que le gusta una mujer y no se atreve a hablarle. O la mujer que sabe que desea una relación y lo niega diciéndose que ama su soledad.

Ambos casos dejan un mal sabor de boca, porque a la mente le podemos engañar, pero al corazón no.

Así que, no te quedes con ese mal sabor de boca. No te quedes con las ganas. Lánzate en una excursión hacia la otra orilla. Da un paso hacia el futuro, hacia una mejor versión de ti.

Pero JENKOS, ¿Qué hay del lado de la otra orilla?

No sé, ve y averígualo.

 “El hombre que tiene miedo sin peligro, inventa el peligro para justificar su miedo.” – Alain (1868-1951) Filósofo y ensayista francés.

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